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Centro Cultural de España

Centro Cultural de España
Ubicado en Rincón 629

El edificio que actualmente ocupa el Centro Cultural de España, construido a principios del siglo XX, fue anteriormente la sede del establecimiento comercial Casa Mojana, que funcionó como ferretería, vidriería, pinturería, cerrajería, papelería y bazar.

La Casa Mojana es un ejemplo de lo que fueran los grandes comercios de principios del siglo XX. Por un lado, por unir bajo un mismo techo una gran variedad de mercaderías que serían exhibidas y vendidas a un público cada vez más amplio. Por otro, por su mismo rubro que ponía en evidencia los cambios tecnológicos que se aceleraban llevando al consumidor las nuevas herramientas y materiales –sobre todo los metálicos– que ya se producían en serie.

En cuanto a lo primero, se verá al terminarse el siglo XIX una inclinación a formar “grandes tiendas” en las que se multiplican los productos y los servicios y se reúne una variedad de artículos que poco antes habían sido fabricados en las casas o en pequeños talleres locales. Esto genera edificios de varios pisos que se combinan con espacios de conexión entre ellos, dando lugar a balcones internos, dobles alturas y claraboyas, que se convertirán en elementos clásicos de este nuevo tipo de comercio. Justamente en la Ciudad Vieja se asentaron grandes tiendas que tuvieron una vida paralela a la de la Casa Mojana, aunque fueran de otro tipo de especialidades.

Las ferreterías, por su parte, tenían por entonces una renovación constante de mercaderías que industrializaban y ponían normas a clavos, tornillos, herramientas y máquinas que, en el caso de un país como Uruguay, estaba expandiéndose en el sector de la construcción pública y privada. Así, la idea de barraca de almacén y venta se transformaría en este espacio asimilable al de las grandes tiendas, que se construyeron con un destino que mantuvieron por varias décadas.

Pero las rápidas transformaciones de las actividades a las que la ferretería surtía, y posiblemente la lentitud en los cambios internos del negocio, llevaron a que después de una época de esplendor, la firma cerrara sus puertas. Así, quedó entonces vacío este importante edificio ubicado en el centro histórico de la ciudad, a unos pasos de la plaza de la Matriz y del Cabildo.

En la década de los 80 el edificio pasó a manos del gobierno uruguayo. En 1996 fue declarado Monumento Histórico Nacional por la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación. Ese mismo año fue otorgado en régimen de Comodato a la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) por un periodo de treinta años tácitamente renovable. El Estado uruguayo ofrece a la AECI una sede adecuada para la instalación del Centro Cultural de España y ésta se compromete a llevar a cabo la restauración integral del espacio y a dotarlo del equipamiento necesario para abrir un centro perteneciente a la Red de Centros Culturales de España en Iberoamérica.

Las obras se desarrollaron entre mayo de 2001 y marzo de 2003. Estuvieron a cargo del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (Dirección Nacional de Arquitectura – Sección Obras VI), teniendo como representante al Arq. Gustavo Prenol; el proyecto y dirección fueron del Arq. Rafael Lorente Mourelle.

Actualmente, el edificio consta de un subsuelo, planta baja y tres niveles elevados, totalizando aproximadamente tres mil metros cuadrados construidos. Esto incluye: en el subsuelo, una sala de exposiciones y un auditorio para alrededor de 150 personas; en la planta baja, una sala de exposiciones de 230 metros cuadrados y un espacio cerrado para exhibición de videos; en el primer piso, un aula, una cafetería y la mediateca, con espacios diferenciados para la lectura de libros y revistas, el visionado de películas y la escucha de discos; en el segundo piso, otra sala de exposiciones –habilitada en 2005–, dos aulas y algunas de las oficinas; en la tercera planta el resto de las oficinas y espacios de trabajo, y finalmente, en el cuarto piso –además de la azotea– un espacio multiuso que puede ser utilizado como depósito y taller.

La estructura clara ayudó y dio lección constructiva, con sus espacios adaptados al lote muy alargado y con el diseño de la claraboya central y sus balcones internos. La posibilidad de recuperar lo oculto al proponerse el desmontaje de cielorrasos y otros elementos que tapaban la estructura, fue un paso convincente para rescatar y dejar a la vista lo que fueran aquellas técnicas novedosas, como las de la estructura de hierro y las bovedillas prefabricadas de hormigón.

Todo esto facilitó la aportación contemporánea que era imprescindible para las nuevas funciones, sobre todo para las instalaciones que un centro cultural necesitaba en ese momento. Aunque también se dejaron las puertas abiertas para futuras exigencias, casi repitiendo lo que había realizado el edificio original: continuar poniéndose al día periódicamente.

Con este emprendimiento, el tema cultural se ha visto fortalecido en la zona. Ya con las galerías de arte, las librerías y museos –como el de Torres García– se había dado un paso importante para ello. Se ayudaba así a la oferta tradicional de las Casas de Oribe y de Rivera, a la iglesia Matriz y al Museo del Cabildo. Igualmente, la apertura de la feria de la Matriz y la peatonalización de algunas calles ha hecho multiplicar los atractivos agilizando esa parte de la ciudad.

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