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Monumento a Bruno Mauricio Zabala

Plaza Zabala (Circunvalación Durango entre 1º de Mayo y Solís).
Autor Lorenzo Coullant Valera, español (1876-1932) con la colaboración de Pedro Muguruza Otaño, arquitecto español
Inauguración 27 de diciembre de 1931
Ubicación Plaza Zabala
Material Bronce
Material del basamento Piedra y mármol
Descripción Estatua ecuestre de Zabala en uniforme militar, sobre un basamento con escalones de mármol. En la cara norte figura femenina alegórica de la “Abundancia”.

Sobre el basamento están grabados el Escudo de Montevideo y la leyenda “Al Fundador de Montevideo, General Don Bruno Mauricio de Zabala”. En la cara Sur, escudo español y la leyenda: “20 de enero de 1724- Entrada de las tropas españolas en la península montevideana”.

En la cara Oeste un bajorrelieve representa la entrega de la población al Poder Civil por parte del Poder Militar, y un altorrelieve representa al campesino actual. La cara Este, tiene un bajorrelieve de “La toma de posesión” y un altorrelieve en bronce de “La primera familia”.

Cuatro jarrones de granito complementan la ornamentación del monumento.

Era vasco, nacido en Durango, ciudad del señorío de Vizcaya. Hijo del gobernador don Nicolás Ibáñez de Zavala, caballero de la Orden de Calatrava, y de doña Catalina Gortázar, fue bautizado el 6 de octubre de 1682.

Militar desde muy joven, participó en múltiples campañas en las que se destacó por su valor, entre ellas, distintos episodios de la Guerra de Sucesión. Perdió el brazo derecho durante el cerco de Lérida y desde entonces tuvo que usar uno de plata que a menudo llevaba, digna condecoración, colgado del cuello.

En 1716, el Rey de España designó a Zabala Gobernador de Buenos Aires y Capitán General del Río de la Plata.

Antes incluso de salir de la península, éste preparó un informe sobre la situación militar, que elevó a la Junta de Guerra de las Indias el 3 de marzo de ese año, y que determinó al rey a mejorar las defensas de Buenos Aires, reforzar su guarnición y constituir una escuadrilla de guardacostas.

El 12 de octubre, el monarca le encomendó la vigilancia de las cercanías de Montevideo y Maldonado. También debía impedir cualquier contacto de los portugueses con los pobladores de Buenos Aires y la salida de los habitantes de Colonia más allá de los límites trazados por un tiro de cañón.

Zabala desembarcó en Buenos Aires el 11 de junio de 1717, en el marco del enfrentamiento entre el ya debilitado imperio colonial español y una Gran Bretaña, potencia marítima crecientemente industrializada, convertida en duro peligro para el mantenimiento de sus colonias americanas, aliada y en gran medida inspiradora de las políticas antihispánicas del reino de Portugal.

Un detalle significativo: durante las negociaciones de Utrecht, el delegado británico se había negado a firmar el tratado si la Colonia del Sacramento –fundada por los portugueses en violación del tratado de Tordesillas pero en ese momento en manos de España- no era devuelta a Portugal.

Cada vez más preocupado por las políticas de expansión lusitanas, el 13 de noviembre de ese mismo año, Felipe V emite una Real Orden en la que le encarga poblar y fortificar “los puestos de Montevideo y Maldonado”... “para que ni Portugueses ni otra nación alguna se apodere ni fortifique en esos parajes…”; orden reiterada en 1718, luego de la ruptura con Inglaterra, y en enero de 1720.

Pero la cosa no era nada sencilla. El Gobernador había encontrado serias dificultades para cumplir las órdenes del monarca, tanto por falta de los fondos necesarios como por la renuencia de las familias bonaerenses ante la posibilidad de trasladarse a la ribera este, a la que todos consideraban altamente peligrosa. Problemas a los que se agregaba, en contraposición, la permanente riesgosa presión que representaban las actividades de los piratas, por un lado, y de las fuerzas portuguesas por otro.

En julio de 1722, el Cabildo de Buenos Aires señaló su deseo de poblar la banda oriental “convocando a sus vecinos y otras personas a propósito para el caso”. Zabala aceptó su planteo y pidió que hiciera “las diligencias que fueran convenientes a fin de que se consiga dicha población…” El órgano comunal inició una serie de discusiones sobre el tema, en la que se planteó entre otras ideas la de destinar las reservas procedentes del tercio que le correspondía por la venta de cuero, o la de levantar la nueva ciudad “con sudores de las vetas de oro y plata” que pudieran existir en “la otra banda”.

Dos días después del último debate de la Sala Capitular, los portugueses llegaban al área montevideana. El Gobernador de Río de Janeiro, Ayres de Saldanha de Alburquerque, le había encargado la misión a Manuel de Freitas da Fonseca, a cuyo mando llegó una expedición el 22 de noviembre de 1723.

En enero de 1724, Zabala se embarcó rumbo a Montevideo. A su arribo, ya Alonso de la Vega había ocupado la península abandonada por los lusitanos. Zabala dispuso de inmediato que se levantara una batería “a la punta que hace a Leste la ensenada para defenderla”, es decir en el mismo lugar en que los portugueses habían iniciado su propia construcción: en la actual intersección de las calles Cerrito e Ituzaingó.

Zabala también ordenó la construcción de un fuerte, que Domingo Petrarca comenzó a erigir el 22 de abril, precisamente donde actualmente se encuentra la plaza que lleva el nombre del fundador. Petrarca también estableció en la “Ribera del Puerto” el primer esbozo de lo que después iba a ser la base primaria de la ciudad.

De regreso en Buenos Aires, Zabala informó de lo actuado al Rey, quien lo felicitó, prorrogó su mandato “hasta que esté ejecutada la fortificación y población de Montevideo y todas las demás cosas que conducen a que los portugueses se ajusten a los términos que deben”, y lo ascendió a Teniente General de los Reales Ejércitos.

En la misma fecha estableció los privilegios de los futuros pobladores e informó sobre su disposición a enviar 50 familias, de Galicia y de Islas Canarias. También requería de Buenos Aires que por su parte enviara “las más de familias que pudiera” para poblar “dichos sitios”. Había empezado, por fin, el largo proceso fundacional de Montevideo.