Las cosas que veo, de Manuel Soriano (Buenos Aires, 1977)
Reúne una serie de crónicas escritas durante la pandemia. Varias de ellas habían sido presentadas con anterioridad en distintas revistas del Río de la Plata y América Latina, pero que reunidas permiten obtener de primera mano una gran descripción del territorio del Municipio B. Los relatos nos cuentan las distintas vicisitudes que el personaje atraviesa por las calles de Montevideo, sobre todo en los barrios que se circunscriben a nuestro municipio. Tal como se puede apreciar, el título está tomado de una estrofa de la canción de Jaime Roos Adiós Juventud, y nos pone de manifiesto el objetivo del autor. Por lo que, el lector podrá reconocer paisajes, partiendo de situaciones personales del narrador, propios de nuestra ciudad por los cuales transitamos diariamente pero presentados desde una nueva perspectiva que nos permiten revalorizarlos.
En este sentido, uno de los relatos más significativos es Anatomía de una plaza, en dónde el autor describe, a partir de los paseos que realiza con su hija y su perro, el entorno de la Plaza Gral. Líber Seregni, los distintos públicos que la atraviesan y que permiten el encuentro entre personas heterogéneas. En uno de los pasajes, Soriano menciona:
En esa primera franja de cuadrados que cruza hasta Requena, también hay un grupo de ricoteros que toma Zillertal en ronda, hay gente que hace capoeira, personal trainers, karatecas, grupos de estudio, personajes medievales que simulan batallas con espadas y escudos.. hay tambores, gente que espera el ómnibus… (p. 20).
Es importante poder rescatar esta imagen de la plaza, no solamente porque la Biblioteca comparta el mismo espacio y público, sino porque refleja uno de los componentes del Plan de Desarrollo del Municipio B, que es el de Construyendo vecindad, que justamente redimensionar los espacios públicos como herramientas de intercambio y convivencia entre las vecinas y vecinos. Por tanto, la plaza como la biblioteca se han convertido en espacios en donde las vecinas y vecinos se encuentran y habitan de distintas formas estos espacios y Manuel Soriano lo describe a la perfección.
Las cosas que veo de Manuel Soriano. Criatura editora, 2022.
Corazón que ríe, corazón que llora, de Maryse Condé (Guadalupe, 1937)
Relato que presenta las memorias y la reconstrucción de la infancia de la escritora en la isla de Guadalupe (territorio francés) durante mediados del siglo XX. Maryse es hija de criollos de clase media que se perciben cultos y educados, que la formarán en una educación burguesa basada en la cultura francesa. En este contexto, la familia viaja una vez al año a París, Francia, en donde se integran a sus espacios culturales y literarios, y particularmente sus padres intentarán y se sentirán parte de ese mundo y modo de vida.
Maryse es la menor de 8 hermanos, hija de padres mayores (su padre 63 y su madre 43 años). Presenta y recuerda una infancia felíz, rodeada de amistades y familia que le darán contención, pero es el pasaje de la niñez a la adolescencia en donde Maryse comienza a tomar consciencia de diversas cuestiones y contradicciones que pueblan su mundo: la insalvable brecha generacional entre sus padres y hermanos, la brecha de género, las desigualdades raciales, los resabios de la esclavitud, entre otros. Esto permite tener un relato directo de distintas situaciones y desigualdades que se ocultan tras la fachada de la alta cultura y el mundo civilizado. Tal vez uno de los pasajes que más captan esta idea es el que se refiere a la historia de vida de su madre:
Bajo su apariencia aguerrida, supongo que a mi madre le daba miedo la vida, caballo indomable que tantas veces derribara a su madre y su abuela. A Élodie la había violado un desconocido, quince años antes un capataz de la zona había violado a su madre... Élodie jamás tuvo nada suyo. Ni siquiera una chabola. Ni siquiera un vestido de domingo. Ni siquiera una tumba (p. 93).
Un relato que pone en juego la lucha racial, por la igualdad de género, por los derechos de los migrantes y el feminismo.
Corazón que ríe, corazón que llora de Maryse Condé. Impedimenta, 2019.